El pájaro burlón (Mockinbird, 1980) de Walter Tevis me ha sorprendido por ser una distopía atípica y, sin embargo, excepcional e interesante. El pájaro burlón aparece en las listas extranjeras de mejores distopías. Apenas se cita en español, aunque fue traducida por Plaza & Janes en enero de 1982. Tiene muy buena notación en goodreads, pero por favor, no te leas el resumen que hacen. Aquí te dejo una reseña sin spoilers:
Resumen:
En el siglo XXV, en Estados Unidos, la humanidad está decayendo lentamente, embriagada de tranquilizantes prescritos en masa por los robots, que los hombres habían programado para ello. El mundo es mantenido por Robert Spofforth, el androide más perfeccionado jamás concebido, que posee increíbles facultades… salvo, a su gran pesar, la de poder suicidarse.
Pero la humanidad moribunda tiene un pequeño sobresalto. Paul Bentley, pequeño funcionario sin importancia, descubre en los vestigios de una biblioteca la maravilla de la lectura, prohibida desde hace tiempo. Y compartirá esa felicidad con Mary Lou, la joven rebelde que rechaza el mundo mecanizado.
Un robot capaz de sufrir, una pareja que redescubre el amor a través de las palabras, ¿es ahí donde reside la última esperanza de la humanidad?
El autor de El pájaro burlón
Walter Tevis no fue un escritor muy prolífico: tres novelas de ciencia ficción, una antología de relatos, y dos novelas policiacas… eso es todo. Al parecer prefería la calidad a la cantidad, ya que cada una de sus obras se la considera ejemplar. Tres de sus libros fueron llevados a la gran pantalla. No es el caso de El pájaro burlón (Mockingbird).
El título no parece invitar a una historia de ciencia ficción, pero para eso, hay que conocer uno de los libros emblemáticos americanos: No tiréis sobre el pájaro burlón (traducido Matar a un ruiseñor), de Harper Lee. Uno de los tres personajes principales de “El pájaro burlón” no parará de repetir una frase de ese libro, que ya tenía una significación particular en su libro de origen: “Only the mockingbird sings at the edge of the Woods” (Solo el pájaro burlón canta en el margen de los bosques).
Walter Tevis es original en su forma de escribir ciencia ficción, prefiere un estilo intimista al sentido de la maravilla. Entre su primera novela de ciencia ficción y la segunda pasarán 20 años. El pájaro burlón fue publicado en 1980, apenas unos años antes de la publicación de uno de sus libros de suspense conocido en todo el mundo a través de una reciente serie de Netflix: Gambito de dama (1983).
¿Qué hace que la distopía El pájaro burlón esté entre las mejores?
Las distopías clásicas critican sistemas totalitarios (1984, Un mundo feliz, Nosotros, Fahrenheit 451), también existen distopías más antiguas que criticaban el imperialismo: Los quinientos millones de la Begún de Julio Verne. El totalitarismo no es de izquierdas o derechas, nuestra propia historia lo ha probado, y en la ficción, basta con leer la distopía El día perfecto para encontrar un sistema totalitario basado en valores de izquierdas. Es más sorprendente la distopía “La zone du dehors” de Alain Damasio donde los disidentes se enfrentan a un sistema democrático que no les conviene. Lo que sí que he encontrado en todas ellas es la uniformización de la población. Todos los héroes querían conseguir su libertad frente a reglas impuestas, que sean sobre la elección de los estudios o el trabajo, o sobre la libertad de movimientos y a veces incluso de pensamiento.
Walter Tevis escribe una distopía original y nos presenta un mundo futurista donde el individualismo está al origen de la decadencia. Los humanos han definido reglas de educación con la intención de preservar la intimidad de cada uno, y es de mala educación hablar o mirar a otra persona. Tampoco está bien visto preguntar, o hacerse preguntas. El objetivo es no molestar, pero con ello se coartó toda curiosidad intelectual. Y ese individualismo llevado al extremo consiguió que la intimidad entre las personas desapareciera.
Los robots llevan todos los comercios e industrias, se fabrican a ellos mismos. Los androides con inteligencias artificiales parcialmente recuperadas de hombres (los Clase 9) son mucho más inteligentes que cualquier humano y pueden gestionar las ciudades y los países. La humanidad ha concebido esos robots y androides para poder vivir confortablemente, utilizando drogas (sopor) para ser felices. Ese confort llevó a las siguientes generaciones de humanos a una pérdida de conocimiento. Poco a poco los humanos dejaron de aprender a leer debido a todos los medios audiovisuales a los que tenían acceso. Tampoco saben reparar a los robots que se estropean. El mundo está en decadencia debido al confort, la misma premisa utilizada por Stefan Wul en Oms en série.
¿Por qué es una distopía atípica?
Todas las distopías pretenden alertarnos de un peligro de nuestro presente, acentuando los miedos que podríamos tener sobre el futuro (ver artículo ¿qué es distopía?). Walter Tevis no teme el apocalípsis debido a una catástrofe natural, sino que nuestro individualismo y el progreso en robótica e inteligencia artificial llevados al extremo nos empujen a convertirnos en una raza inútil que no sabe leer, sin cultura, sin valores familiares, sin niños. Y en consecuencia, que no es feliz.
Al contrario que en las distopías clásicas, los disidentes no descubren que están viviendo en una falsa utopía que pretende su felicidad (ver ¿qué es utopía?). No. De hecho, nadie parece feliz en ese mundo futurista y algunos grupos de humanos deciden incluso suicidarse en público.
Incluso las inteligencias artificiales Clase 9 han decidido quitarse la vida. Pero Spofford no puede, es el único androide que ha sido concebido para que solo un humano pueda decidir de su muerte. Spofford desespera, cada año sube al Empire State Building, se acerca al borde y abre los brazos como si quisiera lanzarse al vacío, volar. Su más ardiente deseo es morir.
Me quedé boquiabierta con este primer capítulo del libro de Walter Tevis donde presentaba al robot Spofford y ese mundo condenado al exterminio por la falta de empatía debido a un individualismo exacerbado, por la ausencia de comunidad y de familias, y en consecuencia, por la falta de amor.
¿Quiénes son los disidentes?
Nuestros disidentes serán los otros dos personajes marginales de la historia: Paul Bentley y Marie Lou Borne que insuflan esa mirada inocente de los que se cuestionan si la vida no podría ser diferente. Y de esa manera nos hacen esperar otro final. ¿Y si bastaran cosas simples como un buen libro y una buena compañía para ser felices? ¿Spofford se equivoca? Pero ¿por qué no hay niños?
El pájaro burlón nos muestra el futuro a través de lo que los personajes del siglo XXV descubren de nuestro presente. Es un libro que nos habla del placer de leer, de dormir acompañado y de la necesidad de la colectividad. En eso, encuentro muchos mensajes similares a Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Walter Tevis consigue intrigarnos con las desaventuras de sus protagonistas, que parecen a veces desorientados. En El pájaro burlón no hay una rebelión, no hay violencia, pero si encontramos una revolución de su modo de vida que quizás consiga salvar a la humanidad de la extinción.
Conclusión sobre El pájaro burlón
La primera mitad del libro es mi preferida, se trata de un himno a la vida, a la pasión, al descubrimiento del conocimiento. Tiene un ligero parecido con el libro Flores de Algernon. La segunda parte los personajes tienen que afrontar diferentes pruebas y la intriga nos mantiene pegados a sus páginas. Algunas escenas sobran (el diálogo con un bus telépata) y otras sorprenden (el encuentro con una comunidad religiosa). Pero que no te desanime, El pájaro burlón tiene un final redondo y poético.
Sitúo esta distopía entre las mejores que he leído y la recomiendo a todos los que aprecien los libros distópicos sin miedo al estilo melancólico del autor. Se trata de una trama sencilla pero cargada de mensajes sobre el confort asociado a la robótica y la inteligencia artificial, la importancia de la cultura, y la necesidad de ser sociables, entre muchos otros. 😉
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La foto de la portada es de Hannah Gibbs, la foto de los rascacielos es de Ahmet Kemal y la de la pareja leyendo es de Ben White. Todas han sido encontradas en Unsplash.